miércoles, febrero 19

07

"Cuando creo que ya no podrían sorprenderme más, hacen una estupidez como esa y se reivindican totalmente; es decir, es bueno, es bueno que alguien tan pendeja se pueda seguir superando en la vida. que pueda tener momentos tan sublimes y tan seguido, ya nomás es cuestión de que aprenda a monetizarlo y ¡zaz!, millonaria; aunque, es tan pendeja que de seguro pasará eso por alto. aún no sé si lo hace intencionalmente, pues cree que los demás son los pendejos, o simplemente le sale natural. igual yo también soy pendejo, pero lo mío es mero hobbie"

 He soñado con Allen (como Alvy singer) de nuevo y se está poniendo más interesante cada vez; para empezar estábamos en el Df y todo era extraño, pues había como unos centinelas que rondaban la capital. al principio estábamos sentados bebiendo algo de café y luego de hablar sobre Annie -que justo se acababan de separar- y decirle que todo estaría bien dentro de poco; se excusó para ir a escribir un rato en el segundo de una ferretería que quedaba  a unas calles de ahí. yo por mi parte me quede viendo el horizonte unas horas, pues la torre latinoamericana tiene una vista muy bonita al atardecer, los gases tóxicos que tiene en exceso la ciudad, hacen que se pongan los colores bonitos.

Luego de unas horas, no sé porque pero unos tipos sabían que él estaba en el segundo piso de la ferretería, yo decidí aparecerme por ahí, en caso de que Allen necesitara algo de apoyo moral para continuar con la penitencia, cosa que desde luego era necesaria. luego de correr unas calles, casualmente nos encontramos con Annie, quien no entendía razón alguna y está en todo su derecho, pues a veces uno no quiere seguir escuchando a una persona a la que no quiere siquiera ver. justo al dar vuelta en una calle un centinela apareció – los centinelas eran una especie de robot de 3 mts que mantenían una especie de control judicial- y comenzó a seguir a Annie, enseguida le advertí a Allen sobre lo que estaba ocurriendo quien ni tardo ni perezoso comenzó a decir unas palabras rápidas y extrañas, acto seguido el robot se convirtió en un montón de burbujas magentas que se disiparon entre los cables de los postes; asombrado le pregunté que como lo había hecho y me dijo que era lo que estaba preparando en la ferretería esa tarde, me dio un papel doblado con las anotaciones de cómo funcionaba. se despidió de inmediato, pidiéndome que escriba, que escriba mucho, hasta vomitar letras, dicho esto se enfilo en dirección contraría a la de Annie y ajustó el cuello de su gabardina.